Vivimos una importante crisis económica que para muchos está implicando una travesía del desierto en el plano emocional. Son momentos en los que parece que todo se rompe y  donde no queda ningún resquicio para la ilusión. Hay travesías del desierto que pueden durar horas, dias o incluso meses (un fracaso, una ruptura, un despido…). Sin embargo, los desiertos tienen un sentido. Todos los héroes atraviesan su propio desierto, provengan de mitos, leyendas o religiones. Gracias a ello, se conectan con su fragilidad, se hacen más “humanos” y dejan espacio para la siguiente etapa de aprendizaje aunque el precio a pagar sea una amarga sensación de derrota. Sin embargo asumir dicha derrota no es más que el principio de la salida, es vislumbrar la luz al final del túnel. Sólo cuando Dante baja a los infiernos es capaz de abrir las puertas del cielo. De igual modo nos ocurre al resto de los mortales.

La magia de la travesía del desierto (aunque duela mucho) es que consigue “barrer” nuestras seguridades y sólo, en ese preciso momento, es cuando somos capaces de explorar una nueva manera de ver la vida. Al igual que no hay alba sin noche, tampoco existe transformación ni aprendizaje sin humildad. Los caballeros medievales se arrodillaban para ser nombrados caballeros. El gesto de ponerse de rodillas simboliza precisamente la humildad, palabra que proviene de humus, tierra. Sólo cuando uno se cae y se cuestiona profundamente –cuando es humilde-, se abre a un proceso de descubrimiento interior y de transformación.

Los desiertos no hay que ir a buscarlos. Ellos nos encuentran. Ahora bien, vamos a ver algunas claves que nos pueden ayudar a acortar su travesía:

1. Reconocer la emoción: Si se está triste, no hay que negarlo. Es así. Las cosas nos duelen y la aceptación es el primer paso para su superación.

2. Distanciarse de la emoción: Una vez reconocida, ha de ser contemplada con la mayor distancia que nos podamos permitir. No somos ni las emociones ni los pensamientos. Somos algo más grande y con capacidad para reinventarnos.

3. Perdonar: Muchas veces los desiertos nos confrontan con nuestros errores. No somos perfectos, aunque tantas veces pretendamos serlo. Perdonar al otro y/o a nosotros mismos es otra de las claves de superación.

4. Creatividad: Transformar la tristeza en algo creativo es una forma de encontrar la parte positiva. Escribir, pintar, cocinar… algo que nos conecte con nuestra capacidad creativa.

5. Agradecer: A pesar de todo, y aun cuando estemos en el desierto más profundo (la noche oscura, como diría San Juan de la Cruz), seguimos siendo afortunados por el mero hecho de estar vivos. Como escribí en otro artículo anterior, el entusiasmo es una emoción interna que puede surgir si somos capaces de agradecer lo que tenemos. Por ello reflexionar diariamente sobre cinco temas por los que de verdad nos sintamos agradecidos puede ser una forma de acelerar nuestro paso por el desierto.