Dar feedback es un arte, como también lo es recibirlo. Pero quien da feedback, te hace un regalo. He observado que las personas en general somos especialmente diplómaticas y no siempre decimos la verdad. Quien se atreve a hacerlo, es valiente y hay que agradecérselo. Como veíamos con los mapas mentales, un feedback es una opinión y así hay que interpretarlo. Y muchas veces cuesta aceptarlo porque entran en juego nuestros propios miedos, inseguridades y, por qué no, a veces la soberbia.

El principal objetivos del feedback (o retroalimentación o como alguno ha rebautizado como feedforward) es ayudar a la persona a que mejore. Es decir, no es para machacarle ni hacerle daño. Tiene una vocación de ayuda y si esa no está, mejor no darlo. Por supuesto, hay que saber hacerlo, porque normalmente es una de las tareas que peor gestionamos en las empresas y en nuestra vida privada.

A continuación recojo algunas pistas para hacerlo, que dan muy buenos resultados:

Ser específico:
No: «No te has expresado claramente» o «Has hecho un trabajo excelente» (no ayuda)
Sí: Me ha gustado tu intervención porque has dado en la clave.

  • Ser descriptivo, no evaluativo.
    No: «Está bien o está mal». «Es incorrecto utilizar esta argumentación». «Estabas muy nervioso»
    Sí: «Tuve problemas para entender tu postura en la reunión»
  • Describir algo sobre lo que la persona pueda actuar.
    Si la persona no puede actuar sobre su voz, mejor no decírselo.
    Sí: «Quizá deberías respirar más profundamente antes de empezar tu exposición para rebajar los nervios».
  • Escoger uno o dos temas en los que la persona pueda concentrarse.
    Evitar las interferencias relacionadas con los motivos, intenciones o sensaciones (a veces parece que vamos con una bola de cristal imaginando lo que piensa el otro)
    No: «No pareces muy entusiasmado con esta presentación»
    Sí: «Variando la velocidad y el volumen del discurso conseguirías un estilo más animado»