‘Suerte que tienes’, ‘qué mala suerte’, ‘suertuda’ ’10 años de mala suerte’, ‘es mi día de suerte’… La suerte es ese concepto al que hacemos aliado o enemigo según nos conviene, ese componente al que aludimos de forma recurrente más de una vez al día. Llamamos buena suerte a casi todo lo agradable que nos sucede y juramos en arameo y arremetemos contra ella cuando las cosas se tuercen. Por no hablar de ese amigo o amiga que todos tenemos que parece tener un imán para las desgracias y al que etiquetamos como gafe.

Aquel que dijo que más vale tener suerte que talento conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte; asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control”. Con esta frase daba inicio el cineasta Woody Allen a su excepcional película ‘Match Point’. Es, sin duda, una frase brillante, pero quizá Allen nunca leyó a Jacinto Benavente cuando aseguraba que “todos afirman que tener talento es cuestión de suerte; nadie piensa que la suerte pueda ser cuestión de talento”  Entonces, ¿la suerte está fuera de nuestro control o tenemos acceso a ella?

Sobre esta cuestión es de referencia obligada el prestigioso psicólogo e investigador Carl Gustave Jung, quien no tiene claro que sea un ente ajeno, sino todo lo contrario. Para Jung, la suerte nos pertenece, pero huye de términos como fortuna o casualidad. Por eso acuñó el término sincronicidad. Se refería con esta palabra a la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera no causal.

Es decir, para Jung, algunos acontecimientos que no se pueden explicar y creemos producto de la fortuna, sí tienen cierto sentido. Jung concluyó que hay una íntima relación entre cada persona y su entorno, lo que ejerce una atracción que acaba por producir circunstancias coincidentes. O lo que es lo mismo, las experiencias sincrónicas a las que llamamos suerte o casualidad aparecen en nuestras vidas de forma inesperada, pero siempre en el momento exacto, generado por nuestras circunstancias, en ese instante que puede cambiar nuestras vidas y en el que es de indispensable importancia permanecer atentos, con los ojos bien abiertos para atraparla y subirnos a ella.

Mientras mantengamos una actitud receptiva, mientras prestemos atención a pequeños momentos, a conversaciones, a canciones, a frases, a personas que se cruzan de forma fortuita, o a mensajes que nos llegan por diferentes vías, estaremos más cerca de abrazar la buena suerte.

Un buen ejemplo es José García Solorzano, una persona de esas que impresionan a los pocos minutos de conocerla. Acaba de cumplir 101 años, tiene una cabeza prodigiosa… y muchas más de 101 historias increíbles que contar sobre su intensa vida. Es capaz de acordarse de todos los nombres de los compañeros que lucharon junto a él en la Guerra Civil, en esa misma guerra donde perdió una pierna después de que una bala fuera a alojarse en su cuerpo. ¿Mala suerte? Lejos de considerarlo así, José García, envuelto en la sabiduría que a algunos concede la edad, no duda en repetir que fue un suceso afortunado. Primero, porque no acabó con su vida y segundo, y más importante, porque por ese motivo fue trasladado a un hospital donde conoció a la mujer de su vida, a esa enfermera que le acompañó hasta hace pocos años en su travesía de la vida. Simplemente aprovechó la ocasión, solo tuvo una actitud positiva en un momento en el que cualquier otra persona se hubiera hundido. Solo fue en busca de la buena suerte… y la encontró en forma de mujer excepcional.

Porque según el investigador británico Richard Wiseman, quien ha estudiado durante décadas este asunto, “las personas afortunadas utilizan una serie de estrategias casi sin saberlo: tienen un espíritu constructivo, están más abiertos a los demás y poseen una cierta habilidad para crear oportunidades y seguir su intuición”.

Wiseman es muy crítico con los supersticiosos y concluye que la gente afortunada suele encontrar a la pareja perfecta y cumplir sus objetivos en la vida con gran facilidad, sin necesidad de ser muy talentosos. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que encontraron el momento adecuado para agarrar y exprimir todo lo bueno que pasa por nuestro lado en algún momento inesperado. Por el hecho de tener ese espíritu constructivo, optimista y siempre alerta a esas píldoras extraordinarias que a veces nos regala la vida.

Abre bien los ojos, deja que lo negativo que te ocurra no te condicione, busca siempre el lado bueno del lado malo y atrévete a conquistar la suerte día a día, porque el secreto está en saber aprovechar las ocasiones favorables. Y que los demás sigan achacando tus éxitos a la diosa fortuna, esa a la que supiste seducir.