“A pesar de haber creado todo tipo de aparatos para ahorrar esfuerzo y tiempo, estamos empezando a tener la sensación de que tenemos menos tiempo para nosotros que cualquier otro humano en la historia”

Jeremy Rifkin, Presidente de la Fundación de Tendencias Económicas de Washington

¿Pospone su ocio por su trabajo? ¿Sacrifica horas de sueño? Son algunos de los síntomas del miedo constante de no llegar a los objetivos, que se ha convertido en una enfermedad. Se trata del síndrome de la felicidad aplazada (Deferred Happiness Syndrome), que afecta al 40% de los profesionales de países desarrollados como Australia . Identifiquemos sus síntomas:

  1. ¿Busca una vida con mejores comodidades (casa, automóvil, colegios, vacaciones…) lo que le obliga a trabajar más horas y más duramente?
  2. ¿Tiene la necesidad de ahorrar todo cuando pueda para su jubilación, momento quizás sublimado?
  3. ¿Tiene miedo a cambiar de trabajo y prefiere seguir con el estrés con el que vive?

Las consecuencias del síndrome son varias. Por una parte, se sacrifica la felicidad presente trabajando y trabajando porque se piensa que en el futuro todo cambiará. Por otra parte, se tiene pánico a tomar riesgos que impliquen perder la seguridad de lo que se tiene. Si me permito ciertos caprichos en la actualidad, puedo poner en peligro mi estilo de vida futuro. Sólo los problemas de salud o una crisis laboral o personal consiguen empujar a la persona a buscar otras alternativas. Esto se traslada también al mundo de la empresa. ¡No puedo lanzarme a inversiones futuras que resten esfuerzos de lo que actualmente estoy logrando! ¡No puedo dejar de conseguir los objetivos ni evitar dejarme la piel todos los días!. Mientras tanto, estoy perdiendo mi calidad de vida por el camino.
Por cierto, nos falta otra consecuencia del síndrome de la felicidad aplazada: Los hijos, quienes ven a sus padres en fotografía durante la semana. Por supuesto que estos trabajan duramente para darles un nivel de vida que consideran adecuado. Como comentó un directivo: “Trabajo y viajo mucho, pero lo hago por mi hijo. De esta forma, mi mujer no trabaja y así él puede estar más con su madre”. Pero los hijos parece que prefieren más tiempo de ambos padres que otro tipo de regalos. Así se evidencia en un estudio realizado por Pocock y Clark , los niños entrevistados eran conscientes del esfuerzo de sus progenitores pero al mismo tiempo afirmaban que cuando ellos llegaran a esa situación escogerían dedicar más tiempo a sus hijos antes que buscar el éxito en el trabajo. Habrá que verlo.