¿Qué le diría a una persona que le propusiese montar un negocio basado en la comercialización de la lechuga? Seguro que alguna duda le entraría, sobre todo en una época tan tecnológica como la nuestra en la que no parece que apostar por los productos del sector primario sea una excelente inversión. Y sin embargo, en el caso de Fresh Express sí lo fue. La clave no se basó en manipular genéticamente la lechuga, ni en vender una lechuga más lustrosa o más sabrosa, con una mejor calidad, que se da por supuesta. El éxito radicó en ofrecer un nuevo producto, que ha revolucionado el concepto de las ensaladas. Steve Taylor y otros pioneros inauguraron el mercado de la lechuga prelavada, precortada y empaquetada con otras hortalizas, que creció desde cero a finales de los ochenta hasta 1.400 millones de dólares anuales a principios del 2000 y que hoy en día inunda nuestros supermercados.
La innovación significa inventar o reinventar lo establecido. Inventar nuevos segmentos, inventar nuevas necesidades, reinventar la forma de producir, de aportar o de distribuir los productos y servicios. La innovación se refiere a cada mínimo aspecto de cómo opera una empresa, desde la estrategia, la administración, el marketing, los Recursos Humanos… Fresh Express reinventó un sector. Canon reinventó la estrategia de las fotocopiadoras, segmentando el mercado por clientes en vez de por productos como hacía Xerox en la década de 1980. Toyotá desarrolló una nueva filosofía de inventarios y de fabricación de coches. Cisco reinventó sus procesos administrativos via e-mail. Y Amazon inventó unas nuevas necesidades.
La riqueza fluye de la innovación, de la formas diferentes de hacer las cosas, no de optimizar lo que ya hacemos. En definitiva, la única forma de cambiar las reglas de juego del mercado se puede resumir en la frase de Albert Szent-Györg, descubridor de la vitamina D:

La genialidad está en ver lo que todo el mundo ha visto y pensar lo que nadie ha pensado

(y en el caso de la empresa, en llevarlo a la práctica).