La semana pasada tuve el placer de asistir a un seminario impartido por Humberto Maturana y Ximena Dávila del Instituto Matriztica de Chile. Fue una auténtica maravilla escucharles y aprender de ellos y del resto de compañeros. En especial, me encantó conocer a Maturana a quien había leído a finales de los 90. Por aquel entonces, estaba de moda la gestión del conocimiento, cuyo objetivo era identificar y compartir el conocimiento de los miembros de una organización. Ikujiro Nonaka e Hirotaka Takeuchi propusieron el modelo que se hizo famoso, el cual separaba al conocimiento tácito (el que reside en una persona) del explícito (que es la información). Maturana, sin embargo, defendía el proceso de conocer. Y estos días lo ha explicado con detalles desde el enfoque biológico. Lo importante no es el conocimiento sino el proceso que nos lleva a dicho conocimiento y al que tanto en las escuelas como en las universidades no se le presta la debida atención. Se valora más lo que se sabe que no el proceso de aprendizaje.
Son muchas las ideas que he extraído de su seminario y, por lo tanto, difíciles de condensar. Una de ellas es su concepto del cambio. Para Maturana, lo importante no es lo que se quiere cambiar sino lo que se quiere mantener. De esta forma, las organizaciones se explican mejor en base a las relaciones que desean perdurar (y ello podría ampliarse tanto a las parejas como a los amigos). Ximena Dávila habló por su parte del supuesto de que el dolor siempre tiene una base cultural, es decir, la del lenguaje interior que cada uno tenemos. Otro concepto interesante es el de la felicidad. Según Maturana, cada persona tiene un concepto de felicidad distinto. Lo adecuado no es hablar, por tanto de la felicidad, sino de la infelicidad que según él se produce por dos motivos: El apego y las expectativas sobre uno mismo. Cuantas más altas sean, más infelices seremos.