De Sir John Sawers, representante permanente del Reino Unido en la ONU conocemos muchas informaciones, podemos ver fotos suyas en bañador, con su madre, con las novias de sus hijos, así como la dirección de su domicilio particular. Toda esa información no ha sido revelada por ningún «peligroso» servicio de espionaje extranjero, sino por Facebook. Y es que a su mujer nadie debió avisarle de que su marido estaba llamado a dirigir los servicios secretos británicos, conocidos como MI6, y subió a la red todos los datos y fotos familiares sin restringir su acceso. No está mal para el futuro jefe de James Bond. Su puesto está en peligro y no es de extrañar. Es lo que ocurre en el mundo en el que vivimos. Todo se sabe (o casi todo, aunque si lo pones en Facebook no cabe duda de que es más fácil).

Podríamos decir que uno de los cambios más profundos que están consiguiendo la red de redes es la transparencia. Los disidentes iraníes hacen temblar las bases del sistema a través de twitter o emails. Cualquier persona en Irán puede actuar como un periodista subiendo fotos y videos a la red poniéndole los pelos de punta a cualquier talibán que se precie de serlo. Parece que algunas empresas alemanas de selección consultan los perfiles de los candidatos navegando en las redes (con los consiguientes problemas de confidencialidad que nadie resuelve). Y todo ello va llegando poco a poco a nuestras organizaciones. Pero la transparencia para muchos es peligrosa, y no tanto porque nos vean en fotos con un bañador más o menos agraciado, sino porque queda patente  quién aporta qué y de qué modo. Antes, cuando no existían las tecnologías de la información, la gente se guardaba los secretos bajo llave para mantener su poder. Ahora, si la información circula por las redes, ¿cuál es el valor añadido que aporta quien sólo sabe guardar llaves? Así pues, la buena noticia es que con la transparencia se acabaron los trabajos cuyo único valor añadido era el de guardador información. Cuanto más sepan los directivos sobre como instaurar la transparencia en sus organizaciones, más valor añadido se podrá crear… Y el que no lo tenga claro, que vaya con cuidado, podría correr la misma suerte que el jefe de James Bond.