Me ha encantado la película japonesa Despedidas, dirigida por Yojiro Takita y ganadora del Oscar a la mejor película extranjera en 2009. Conjuga sensibilidad, trama, una interpretación genial y sobre todo, mensajes que hacen reflexionar acerca de cualquier tipo de trabajo que realizado con dignidad y respeto es un ejemplo para todos. El protagonista amortaja y su trabajo es rechazado por su entorno. Sin embargo, la elegancia, delicadeza y profundo respeto con que prepara a los muertos a la otra vida lo convierte en un artista. Y esta sensación la podemos trasladar a todos, independientemente de lo que hagamos. La sociedad es un sistema donde cada uno es una pieza clave para su funcionamiento y no acabo de comprender por qué insistimos en buscar la realización personal escalando posiciones cuando quizá deberíamos centrarnos más en lo que hacemos, en encontrar un sentido y en realizar nuestro trabajo como obras de arte, sea una función de dirección, de ayudante o de amortajador. Seguimos empeñando en buscar hacia afuera cuando muy probablemente la fuerza esté hacia dentro y sea precisamente lo que diferencia a unos profesionales de otros: aquellos que su trabajo lo viven como un disfrute y un servicio, frente a los que lo consideran como mera rutina. Ahora, en un momento de crisis, no es tan fácil cambiar de empresa ni de posición, quizá sea una oportunidad para descubrirnos a nosotros mismos en cada pequeño detalle, sea realizando un informe, limpiando o dirigiendo personas.

Otra idea que me gustó de Despedidas fue la reflexión de la muerte, la naturalidad, la ausencia de dramatismos, que no de dolor, y cómo a pesar de ello, la vida sigue existiendo. A diferencia de algunos países orientales, nuestros gestos culturales ante la muerte suelen ser más histriónicos (hasta hace pocas décadas se contrataban plañideras) y existía un tabú en torno a ella. Sin embargo, en la película la vida y la muerte discurren en paralelo, de manera sigilosa…. En fin, vale la pena verla y sentirla.