Se acercan las Navidades y, con ellas, los turrones, las comidas con la familia y alguna que otra posible discusión. Tenemos la intención de pasar un tiempo de paz, pero esta se tuerce con la típica bromita del hermano, el comentario desafortunado del cuñado o las manías de la suegra. Ahora bien, si esto ocurre, no te preocupes (ni te estreses anticipándolo). Veamos cómo podemos aprovecharlo como oportunidad para entrenar algunas otras habilidades. Para ello, nos vamos a basar en lo que sugiere David Kantor, psicólogo experto en comportamiento de grupo.

En cualquier conversación, las personas adoptamos distintos roles o papeles. Según el modelo de Kantor, estos pueden ser de cuatro tipos:

– El iniciador, o el que rompe el hielo y propone una acción. Puede ser el que saca las conversaciones sobre la situación de España, el resultado del fútbol o si se ha de pasar ya a los postres. Es un papel de liderazgo y en todas las familias siempre hay uno o más a los que les gusta llevar la voz cantante.

– El seguidor, o el que sigue la corriente. Le suele parecer bien lo que el iniciador propone y, simplemente, continúa la acción o la conversación. En este caso, seguiría la charla sobre el tema que se está tratando sin pensarlo demasiado.

– El opositor, o el que critica. Mientras que el iniciador propone, el opositor se enfrenta con comentarios más o menos constructivos. Este rol suele ser incómodo, especialmente para el iniciador.

– El observador, o el que comenta lo que sucede. Se coloca en una posición distante ante cualquier discusión y actúa de un modo pasivo, solo cuando ya la acción ha comenzado o cuando alguien le pide opinión.

Pues bien, muchas discusiones en un equipo de trabajo o en una familia están relacionadas con los roles que desempeñamos. Todos actuamos en las conversaciones como iniciadores, seguidores, opositores u observadores. Como es de suponer, los conflictos son más visibles cuando se enfrentan dos de ellos: el iniciador y el opositor. Y, curiosamente, cuando esto ocurre, es decir, cuando salta la chispa, ambos se empeñan en llevarse el gato al agua y comienzan una escalada de argumentos que no sirven para mucho, porque muchas veces el problema no está en lo que se discute, sino en el papel que cada uno ha asumido. Por ello, ¿qué podemos hacer?

Lo primero de todo, si quieres tener la fiesta en paz, evita conversaciones espinosas. No asumas el papel de iniciador sabiendo que tienes un opositor esperándote. Es posible que cuentes con seguidores, pero no es momento para demostrar que tienes razón en política, en fútbol o en cualquier tema que despierte pasión a raudales.

Segundo, si ya has entrado en harina y no tenías capacidad de preverlo (o directamente saltaste al ruedo), para y reflexiona. Pregúntate, ¿qué rol estoy jugando? ¿Cuál está representando el otro? ¿Esta discusión es la que realmente deseo en este preciso momento? En los temas familiares no se prefiere al que tiene la razón y deja un mal sabor de boca al resto por la discusión generada, sino al que sabe crear un buen ambiente. Así pues, medita llegado este punto.

Y tercero, y utilizando la propuesta de Kantor, cambia de papel. Si estás en modo iniciador y ves que te has topado con el opositor, juega a colocarte de seguidor de él o de observador. Saca otro tema de conversación, hazle alguna pregunta o utiliza el sentido del humor. De este modo, evitarás una espiral de discusión que no sirve para mucho.

En definitiva, si quieres que las Navidades sean un espacio de reencuentro bonito con familiares, evita conversaciones estériles y aprende a desempeñar los roles que te interesan en cada momento. Solo así seremos capaces de tener unas fiestas en paz y de disfrutar de nuestros seres queridos.