Trabajamos mucho, mantenemos relaciones no siempre saludables, nos preocupamos por tonterías… y de repente, llega un día en que miramos atrás y nos preguntamos cómo hemos podido perder todo ese tiempo. Puede que nos sintamos idiotas o, lo que es peor, que nos arrepintamos.

Pero, ¿el sentimiento del arrepentimiento sirve realmente para algo? (Lógicamente, no hablamos de cuando se cometen delitos, sino de arrepentirse por decisiones personales no tan agresivas). Veamos qué dicen los expertos, para tener pistas que nos sirvan para actuar ahora.

Comenzamos con un dato que puede dar “mal rollo”, pero que resulta sumamente inspirador. ¿De qué se arrepienten los enfermos terminales? Bronnie Ware, enfermera australiana especializada en estos casos, se hizo famosa por listar los “top” cinco arrepentimientos, que nos corroen en esos momentos. Son los siguientes:

1. Ojalá hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban que hiciera.

2. Ojalá no hubiera trabajado tanto.

3. Hubiera deseado tener el coraje de expresar lo que realmente sentía.

4. Habría querido volver a tener contacto con mis amigos.

5. Me habría gustado ser más feliz.

¿Te resuena alguno de ellos? Pues bien, sin llegar a esta situación de salud, los psicólogos se han metido en harina y han analizado de qué nos arrepentimos más y quiénes ganamos el premio. Neal J. Roese, profesor de la Kellogg School de la Northwestern University, es todo un experto en la materia y dice que las personas nos arrepentimos de tres grandes temas, por orden descendente: de los estudios realizados, de la carrera profesional que hemos escogido y de la relación de pareja. Pero no a todo el mundo le corroe lo mismo. El arrepentimiento depende del carácter, del género o incluso de la cultura. Curiosamente, las mujeres nos llevamos la palma en el capítulo de las relaciones personales. Parece que el 44 por ciento de las mujeres nos arrepentimos de las decisiones amorosas (léase, “¿por qué no me fui con tal persona y estoy con la actual?”, por ejemplo); mientras que solo le ocurre al 19 por ciento de los hombres. También puede reflejar la capacidad práctica de los caballeros en estos terrenos. Si seguimos profundizando más, parece que el arrepentimiento surge cuando se tienen otras opciones. Se ha descubierto, por ejemplo, que los jóvenes occidentales se arrepienten más de sus decisiones que los jóvenes de culturas donde el matrimonio es concertado o el futuro profesional está más definido. “Total, como no he decidido, por qué voy a sufrir”, podría pensarse. Y dicho todo esto, ¿qué podemos hacer?

Lo primero, el arrepentimiento está relacionado con las opciones y con caer en el absurdo ejercicio de lo que hubiera sido. Por tanto, evitemos esos pensamientos que no sirven para mucho. Como hemos visto en anteriores post, además, no a todo el mundo le afecta del mismo modo, por lo que si cambiamos la forma de enfocar el problema, quizá también seamos capaces de ser más amables con nosotros mismos. Y por último, y quizá más importante, cuando estamos en situaciones límites como las personas en estado terminal, anhelamos el habernos atrevido a seguir más nuestros sueños. Aunque sepamos que el arrepentimiento se puede modular, vale la pena no caer en él. Por eso, seamos conscientes de qué queremos, démonos el permiso, busquemos los recursos y despertemos la determinación para hacerlo. Porque el error duele, no cabe duda, pero parece que duele aún más el arrepentimiento por no atrevernos a cumplir nuestros sueños.