El domingo San Diego (California) se vistió de rojo. Estoy aquí haciendo unos seminarios (motivo por el que el blog está un poco parado hasta mediados de septiembre) y los españoles nos escapamos a ver la final de la Copa del Mundial. Llegamos al bar Sevilla, en el centro de la ciudad, y seríamos unas 300 personas, todos de rojo, con banderas y festejando el triunfo (pongo un video del momento). Las calles fueron una fiesta y lo que más me sorprendió fue el crisol de razas y culturas que se unieron. Es un bonito ejemplo de cómo la ilusión une más allá de las diferencias. Además, me parece especialmente simbólico que ganáramos el Mundial en el continente olvidado, África y en el país que ha sido presidido por uno de los hombres que más admiro, Nelson Mandela, ejemplo de inspiración, resiliencia  y compromiso con el ser humano.

Enhorabuena a todos y ojala que este espíritu de optimismo y de diversidad seamos capaces de trasladarlo a algo más que al deporte.