Las “Señoritas de Aviñón” es considerada como la primera obra cumbre del siglo XX, aunque Picasso fuera duramente criticado cuando la expuso por primera vez. Tampoco Monet lo tuvo fácil con su pintura vanguardista, tanto que incluso intentó suicidarse por su aparente fracaso. Y qué decir de Van Gogh quien sólo pudo vender un cuadro en su vida. La mayor parte de los grandes artistas fueron rebeldes a pesar de la crítica o de la falta de comprensión de sus contemporáneos y como queda claro, el camino no siempre fue fácil. Las “Obras Maestras” no aparecen de manera espontánea. Además de su mayor o menor  dosis de genialidad, los artistas vivieron una serie de procesos comunes: Aprendieron en escuelas o talleres (y de ahí la carencia de mujeres entre los “grandes” ya que hasta mediados del siglo XIX no se normalizó su ingreso académico, antes vetado), sentían pasión por su actividad y su dedicación era absoluta. Pues bien, a los elementos anteriores hay que añadir otro más difícil todavía de replicar: La rebeldía con sentido. Todos ellos cuestionaron lo establecido y sus propuestas cambiaron la forma de entender el arte. Y precisamente ahora, en momentos como los actuales, es cuando la rebeldía se convierte en la energía que más necesitamos.

Aceptamos las cosas, las criticamos pero hacemos poco o nada por solucionarlas. Decimos que los políticos son “como son” y que la crisis en algún momento pasará; pero debemos apelar a la rebeldía con sentido, aquella que no sólo cuestiona sino la que además actúa. No se cambia el arte desde la inacción ni cambiamos el funcionamiento de la sociedad o de las empresas sólo con palabras. La rebeldía con sentido hay que trabajarla e impulsarla. Los latinos tenemos fama de criticar y de ser creativos pero la crisis nos ha paralizado llegando hasta el punto de que incluso nos parezcan “normales” los casos de corrupción. Quizá ha llegado el momento de despertar y de asumir que lo habitual no es necesariamente lo normal. La rebeldía con sentido es una actitud que no sólo ha caracterizado a los genios, sino a todos los innovadores y a todos los talentos que han sabido transformar empresas y sociedades. ¿Qué ocurriría si en las organizaciones se desarrolla dicha habilidad? ¿Y a nivel social? Como bien dice el refranero, otro gallo cantaría.

Si algo nos enseña el arte es que un gran cuadro es el resultado de muchas horas de trabajo, de una genialidad apasionada y de una rebeldía con sentido; al igual que ocurre con los productos innovadores o con aquello que nos permite desarrollar nuestro talento. Todos podemos ser rebeldes con sentido, cada uno desde su espacio de influencia tanto en su vida privada como profesional. Esto significa no aceptar lo establecido porque sí, sino porque estemos de acuerdo, lo comprendamos o porque nos interese… y si no, actuar y dejar de quejarnos en las máquinas de café o en las conversaciones con amigos. Si no hay acción, no hay cambio. Y ahí está nuestro gran reto personal y la posibilidad de salir cuanto antes de esta crisis.