El riesgo de morir por un ataque al corazón aumenta cinco veces en aquellos que se libran de una reducción de plantilla. Ésta es la escalofriante conclusión de un estudio realizado en Finlandia con una duración de siete años y medio y un universo de 22.000 profesionales de trabajo no manual. Según dicho estudio, los “afortunados” supervivientes a reducciones de plantilla superiores al 18 por ciento, sufren mayores índices de absentismo por enfermedad y, lo que es peor, sus probabilidades de morir por parada cardiovascular se multiplican por cinco durante los siguientes cuatro años. ¿Motivos? Los investigadores atribuyen dos: por una parte, la fuerte tensión e incertidumbre por ser los siguientes en perder el puesto de trabajo; por la otra, porque obviamente había que seguir realizando la misma cantidad de trabajo con menor número de personas.

El estudio se realizó en trabajadores de servicios municipales de cuatro ciudades finlandesas y en un clima de recesión económica. Como alternativa clásica para disminuir costes, se decidió reducir la plantilla a pesar de que ni la población había menguado ni se habían dejado de demandar servicios municipales. Evidentemente, no hay que ir a Finlandia para darse cuenta de que este tipo de decisiones está a la orden del día. Las masivas regulaciones de empleo resultan muy necesarias en ocasiones, pero los “efectos colaterales” suelen ser peores de los previstos inicialmente (cuando se prevén). Al menos así queda evidenciado en el estudio realizado por Watson Wyatt en 1.005 empresas que habían reducido personal entre 1986 y 1991. Sólo el 46 por ciento afirmaba estar satisfecho con la reducción de gastos; el 36 por ciento, con el incremento de beneficios, y sólo un mínimo 14 por ciento con la mejora de la satisfacción de clientes (citado en Jaime Bonache ).Así pues… ahora que se habla de crisis económica hay que tener en cuenta posibles costes colaterales, que no siempre se analizan.