cisnenegroDijo el poeta griego Eurípides de Salamina hace veinticinco siglos, «lo esperado no sucede, es lo inesperado lo que acontece». Y así ocurre muchas veces en la economía y la sociedad. De repente, aparecen hechos inesperados que cambian de manera radical nuestro modo de entender la vida y que tienen consecuencias muy importantes. A este tipo de hechos el financiero estadounidense Nassim Nicholas Taleb los denomina cisnes negros. Taleb utiliza este término como metáfora basándose en lo que sucedió en Europa en 1697. Hasta aquel momento se pensaba que todos los cisnes eran de color blanco, pero los primeros exploradores provenientes de Tasmania llegaron con partidas de cisnes negros desmontando dicho paradigma. Hasta entonces, lógicamente, nadie era capaz de preverlo. Algo parecido nos ocurre a los economistas, empresarios, gobernantes o directivos cuando llega una crisis o aparece el riesgo de una pandemia (o Google, o Internet o tantos otros cisnes negros) Como dice Taleb, los economistas son extraordinarios explicando lo que ya ha ocurrido y pésimos previendo situaciones futuras. Por cierto, cuando Taleb expuso su teoría, al Banco Mundial no le hizo demasiada gracia.

¿Por qué somos tan malos previendo el futuro? Por muchos motivos. El primero es puramente biológico. Nuestro cerebro está preparado para la supervivencia pero no para tomar decisiones complejas y probabilísticas. En el pasado era más fácil salir con vida si al ver un león salíamos corriendo, que si evaluábamos otro tipo de probabilidades (básicamente porque el león no esperaba). Segundo, nuestra educación, que se basa más en memorizar hechos, que no en identificar patrones. Y tercero porque la complejidad del mundo en que vivimos es cada vez mayor y hace que resulte más difícil que nunca prever qué va a ocurrir a corto plazo.
Así pues, si un cisne negro es capaz de romper las estrategias que hemos elaborado durante meses (como ocurrió con el 11-S y como está sucediendo con los tour operadores especializados en México) lo más recomendable es reenfocar la toma de decisiones desde otro ángulo. El primer reto es aprender a aprender, es decir, los directivos han de focalizarse no tanto en lo que saben sino en aquello que desconocen. Se deberían definir escenarios de hechos que pueden sacarnos de nuestra zona de confort de manera radical e incorporarlos en las posibles estrategias.
El segundo reto es fomentar los cisnes negros positivos dentro de las propias empresas, es decir, fomentar innovaciones radicales que cambian los mercados. La Ley de Arquímedes, el descubrimiento de la Penicilina de Fleming, el Post-it de 3M o la Viagra de Pfizer nacieron «por casualidad». Pero para ello, hay que crear contextos para que suceda, como hace Google con la regla 70/20/10 que aplica a todos sus profesionales, 70% del tiempo a las actividades principales del negocio, el 20% a proyectos relacionados con el negocio, y el 10% a nuevas ideas o proyectos donde «todo vale». Y por último, gestionar el miedo a fracasar. Está claro que en un mundo tan complejo nadie puede garantizar el éxito al primer intento. Lo importante es jugar con la realidad: Atreverse, equivocarse y volver a aprender. El mundo de los cisnes negros no espera. O actuamos, o desaparecemos.