¿Qué tienen en común un policía que le para por exceso de velocidad, un guardia de seguridad de un campo de fútbol o un portero de discoteca al que no le gusta la ropa que Ud. lleva? Seguro que se le ocurren varias, pero una de las mas probables es la de que ninguno sonríe. Es un proceso inconsciente pero efectivo. La ausencia de sonrisa es una de las mejores maneras para distanciarse emocionalmente y ejercer la autoridad, tantas veces anhelada por los cuerpos de seguridad o por los gorilas de discoteca de cualquier parte del mundo (puede que en los procesos de selección de estos últimos se solicite además de tener músculos de gimnasio la capacidad de no sonreír durante horas).
Sonreímos para agradar más que para exteriorizar nuestra felicidad. Esa fue la conclusión del estudio realizado por Robert Kraut y Robert Johnston, observando a personas que sonreían mientras jugaba al boliche, veían un partido de hockey o caminaban por el centro de la ciudad. Curiosamente y en términos generales, las personas sonrieron más cuando se involucraban en interacciones sociales que cuando experimentaban alegría. Los etólogos habían llegado a la misma conclusión. Los chimpancés usan la sonrisa voluntaria para desviar el comportamiento hostil del jefe dominante y para hacerse amigos de otros monos o humanos. Los psicólogos lo confirmaron además observando a los niños: Éstos prefieren acercarse a los extraños que les sonríen. Y los directores de cine también lo tienen claro. Los malos de las películas no sonríen y si lo hacen, es con un toque intencionadamente hipócrita (como el agente Smith de la película Matrix) o con la finalidad de confundir al espectador (como los de las películas con guión de Agatha Christie).
Si la sonrisa es un saludo universal cuya finalidad es la de agradar, la de su ausencia es atemorizar o generar distancias y si no, piense en los policías y en su frío saludo cuando le piden la documentación. De pequeños, la sonrisa de nuestros padres nos va dando seguridad en lo que hacemos. De adultos cuando nos equivocamos o nos avergonzamos socialmente porque hemos dicho algo incorrecto en plena exposición en público, solemos sonreír para rebajar el impacto de nuestro error. Y el hecho de que nos devuelvan la sonrisa, es un refuerzo positivo que necesitamos, en especial cuando alguien tiene poder sobre nosotros. Una forma de elevar abismos entre los empleados consiste, entre otras técnicas, en no sonreírles al verlos o al solicitarles alguna tarea. Si desea generar miedo entre su gente, ya conoce la primera regla: No sonría. Por cierto, ¿su jefe/a sonríe o su cara se parece más a la de los porteros de discoteca?