Todos tenemos alguna debilidad, o un área de mejora, como se dice de un modo “políticamente correcto”. Puede ser de cualquier tipo, desde tener mala memoria o ser disléxicos, hasta no gustarnos las matemáticas y tener que enfrentarnos a un examen. Lo que sea. Cuando esto nos ocurre, nos podemos obsesionar y agobiar, o tenemos otra opción: convertirlo en una ventaja si hacemos algo diferente. Así lo explica Malcolm Gladwell en su libro David y Goliat con distintos ejemplos históricos. A priori, nadie daba un duro por Vietnam cuando Estados Unidos le declaró la guerra. Era un país infinitamente más pobre y con unos recursos armamentísticos muy inferiores. Pero aguantó. Se convirtió en el infierno de los americanos y consiguió que estos quisieran salir de allí pasados unos años. ¿Su clave? Se defendió con una estrategia diferente. Como eran menudos de tamaño y conocían el terreno mucho mejor que cualquier mapa, crearon túneles imposibles de acceder y disimularon su posición con un sinfín de estratagemas. No podían competir con las armas del enemigo, por lo que se inventaron herramientas rudimentarias pero muy efectivas. Y todo ello les permitió sorprender al ejército de Estados Unidos una y otra vez. Igual sucedió con David cuando se enfrentó a Goliat según la Biblia. No se le ocurrió pelearse cuerpo a cuerpo, ya que era casi un niño en comparación con un gigante, sino que le lanzó una piedra con una honda a cierta distancia y le dejó KO. Pues bien, todo lo anterior lo podemos trasladar a nuestras debilidades (salvando las “kilométricas” distancias y sin peleas de por medio).

Cuando algo se nos da mal, tenemos tendencia a esforzarnos mucho y la solución no se encuentra ahí, sino en hacer algo diferente, una estrategia contrapeso, que nos ayude a conseguir nuestro objetivo, como la denomina Anxo Pérez. Veamos cómo aplicarla a nuestro día a día.

Primero, necesitas aceptar que tienes un área de mejora. Parece obvio, pero suele ser habitual negarlo y esto nos hace perder un tiempo precioso. Si se te da mal algo, no hay que echar balones fuera ni pelearse con la realidad. Tampoco ayuda quejarse de la mala suerte o de lo que sea… ¿o acaso conoces a alguien a quien todo se le dé bien al cien por cien? Cada uno tiene lo suyo, así que reconoce que eres humano, y no perfecto.

Segundo, busca el objetivo último y no lo pierdas de vista. Tomemos el ejemplo de mejorar la mala memoria. El objetivo es ser capaz de disponer de ciertas informaciones, y no tanto ganar el premio al que más recuerda lo que le rodea. Por ello, céntrate en lo esencial.

Y, tercero, define tu estrategia contrapeso. La estrategia habitual es entrenar la memoria con ejercicios y es posible que te ayude a mejorar algo, pero seguramente será difícil que te conviertas en el excelente “recordador de todo”. La otra alternativa es tu estrategia contrapeso, es decir, despertar tu creatividad para identificar qué se te da bien para conseguir tu objetivo último. En este caso, podría ser desde tomar apuntes en un cuaderno o hacerlo en el móvil con notas de voz hasta dibujar las ideas que en ese momento te parezcan relevantes. Con tu estrategia contrapeso, consigues acumular mucha información que luego, a la larga, te permite ser incluso más eficaz que aquel que hace gala de una memoria excelente.

En resumen, cualquier aparente debilidad puede ser el motor de partida para despertar la creatividad y buscar estrategias contrapeso, como sucedió con los vietnamitas o con David. La clave está en centrarse en el objetivo final y en reconocer que una aparente “debilidad” es una oportunidad que te ayuda a despertar la superación de ti mismo. Por ello, pregúntate: ¿qué se te da mal? ¿Qué estrategias contrapeso estás dispuesto a poner en marcha?