¿Te imaginas que el primer contacto con el mundo, antes incluso de nacer, fuera escuchar la guitarra de Paco de Lucía o la música de John Lennon, Freddie Mercury o Bach? ¿No sería un mal inicio, verdad? Desde hace tiempo sabíamos que mientras estamos en el vientre escuchamos la música que oyen nuestras madres. De hecho, allá por los ochenta se llegó a observar que los bebés recién nacidos de madres enganchadas a la famosa telenovela Dinastía cesaban su llanto con la música de la serie. Pues bien, ahora hemos dado un paso más. El Institut Marquès de ginecología de Barcelona ha conseguido un hito extraordinario: comunicarse con el feto a través de la música. Lo han hecho con un prototipo de altavoz de silicona introducido en un centenar de embarazadas que se prestaron a este curioso y musical ensayo clínico. ¿Qué ocurrió? Que las ecografías demostraron cómo las criaturas se despertaban, movían la boca e incluso la lengua ante los estímulos musicales. Además de servir para descartar problemas auditivos en fetos de más de 16 semanas, el estudio reveló que sus hits musicales preferidos son piezas de Mozart, Bach o Queen.

Esta investigación no es la primera ni será la última en este sentido. A lo largo de la historia se han determinado muchas relaciones positivas entre la música y los neonatos o recién nacidos (Mozart suele estar presente en ellas de forma recurrente), pero esta nos sirve, una vez más, para darnos cuenta de su importancia desde la mismísima concepción.

Por otro lado, el director de la orquesta sinfónica de San Francisco, Michael Tilson Thomas, relató en TED con emoción cómo se sorprendió cuando acudió a visitar a su anciano primo al asilo donde pasaba el último tramo de su vida. El hombre era realmente mayor y apenas podía moverse, pero al ver a su sobrino llegar se incorporó como pudo y trató de alcanzar, entre temblores, el piano de su habitación. Allí balbuceó unas palabras que juntas, y junto al piano, cobraban sentido (“yo… muchacho… sinfonía… Beethoven”), y se dispuso a interpretar una melodía. Fue Tilson quien, al reconocerla, le ayudó a finalizarla con maestría. Ese encuentro le hizo reflexionar al músico sobre la enorme importancia que puede llegar a tener la música en los seres humanos, hasta el punto de movilizar a personas que están impedidas.

Así pues, podemos decir que nacemos y morimos acompañados de la música.

Durante el período de tiempo que va desde el minuto cero a la tablilla de descuento vital, la música nos ha de servir para vivir mejor y para propagar nuestros momentos de felicidad. Nos acompaña en los primeros viajes de vacaciones con nuestros padres, casi todos tenemos una canción para recordar aquel amor, un tema que se hizo universal durante nuestra época de juventud, la canción que elegimos para nuestra boda,  la que utilizamos para cocinar… o ese estribillo que acabamos odiando si lo utilizamos para despertarnos cada mañana. La música nos evade, nos emociona, nos inyecta energía… Pero no solo eso. Si atendemos a diferentes estudios, la música sirve para mejorar nuestra activación cerebral y, en concreto, las áreas auditivas, motoras y límbicas. En este sentido la música de Vivaldi y de los Beatles se lleva la palma.

¿Quién no ha cantado en la ducha? ¿Quién no ha hecho su propia, y casi siempre esperpéntica coreografía delante del espejo y con un peine como micrófono? No hace falta ser Plácido Domingo o Madonna para hacerlo. Es gratis. La música es así de democrática (ahora, ya que hace no muchos años estaba reservada al disfrute de unos pocos privilegiados adinerados). Pues bien, cantar, según el estudio de Karen M. Ludke publicado en ‘Memory and cognition’, también nos sirve para mejorar nuestra memoria… Y para aprender con más facilidad nuevos idiomas.

La música también se utiliza en medicina para que la cabeza mejore tras sufrir traumatismos craneoencefálicos y, no solo eso, sino que la música es un teletransportador barato: Nos lleva cuando queramos a ese primer amor, a ese viaje o a ese lugar donde fuimos felices. También nos puede evocar malos momentos, por supuesto, pero mejor si tarareamos en estas líneas los positivos.

La música es nuestra voz. Nos sirve para decir esas cosas que no nos atrevemos con palabras y, ¿qué sería del cine sin la música? Resulta difícil imaginar a Rocky entrenando por las calles de Philadelphia sin el «Gonna fly now» de fondo, como resulta complicado ver a Di Caprio y Kate Winslet abrazados a la proa del Titanic sin «My heart will go on» de Celine Dion.

No te hundas como el barco porque cuando parece que no nos queda nada, queda la música, nuestra música, la banda sonora de nuestras vidas. Como dijo Nietzche, sin música la vida sería un error.