Seguramente alguna vez en tu vida has pensado que ojalá pudieras volver atrás en el tiempo para cambiar una decisión. Siento adelantar que es imposible, pero lo que sí podemos es analizar las causas y el por qué en ocasiones decidimos hacer o decir algo que realmente no queremos o no pensamos. Sin duda, el hecho de hallar explicaciones puede servirnos para que en el futuro controlemos mejor nuestros impulsos.

¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué a veces decimos sí cuando queremos decir no? ¿Por qué hay días en los que hasta un mediocre vendedor de humo nos convence para comprarlo? ¿Por qué hay quien ha llegado en una noche larga a coger el primer avión con amigos, a lo loco, sin maleta ni destino fijo? Porque no siempre actuamos desde la razón, sino que en ocasiones lo hacemos desde la emoción. El Premio Nobel Herbert Simon fue pionero en el análisis de las emociones y, ya en 1983, escribió en ‘La razón en los asuntos humanos’ que “con el fin de tener algo parecido a una teoría completa de la racionalidad humana, tenemos que entender el papel que juega la emoción en ella”.

A nuestras emociones puede afectar todo lo que nos rodea. Un mal despertar, una mala o buena noticia, una agradable sorpresa, un desamor, celos, un problema en el trabajo, una película conmovedora… Todo esto hace que, por ejemplo, en el caso de que nos encontremos enfadados, ese sentimiento afecte directamente a nuestras decisiones hasta el punto de que, como afirma la profesora de Harvard Francesca Gino, “no tomamos en cuenta los consejos racionales de los demás”. Por ello la toma de decisiones importantes en un momento así se puede llegar a convertir en un gran problema.

Por otro lado, a nuestras emociones también las condiciona el tiempo. Sí, un día soleado está comprobado que nos hace más felices. Hay estudios al respecto que incluso analizan cómo los días de sol repercuten al alza en el mercado de valores, mientras que una decepción producida por una derrota de la selección nacional de fútbol baja el estado de ánimo… y la bolsa.

Casi todos hemos comprobado que ir al súper con hambre no es la mejor opción, ya que compramos mucho más de lo que necesitamos, actuar al volante con frustración y cabreo puede llevarnos a situaciones muy complicadas o, como afirma el psicólogo Daniel Gilbert, decidir en un momento de excitación sexual puede ponernos en riesgo de forma muy sencilla. Hasta a la persona más fría y calmada del mundo le puede ocurrir.

De todos estos aspectos son muy conscientes las marcas, que cada vez más recurren a la emoción con el fin de aumentar sus ventas o fidelizar clientes. De hecho, las campañas o spots más compartidos y que mejor rendimiento económico han dado, son aquellas que tiran de emoción, de sentimiento, de erotismo, de emotividad o de alegría.

No es cuestión de tratar de convertirse en un ordenador, ni de aplicar fórmulas que analicen todas las variables en un Excel cada vez que tenemos que decidir algo. Porque actuar desde la emoción también puede llegar a ser maravilloso. Atreverse a hacer una ‘locura’ por amor puede cambiarnos la vida, hacer un plan improvisado es capaz de hacernos superar una mala racha… Sorprender a los que nos rodean tirando de emotividad es sensacional, pero recuerda que las decisiones trascendentales de tu vida es mejor que hagan una pequeña parada técnica en el área de descanso de tu cerebro, allí donde habita la razón.

 

Consejos para tomar decisiones desde la razón:

  • Date un tiempo para decidirte. Según Francesca Gino, tomar decisiones desde la reflexión siempre es mejor. Cuando la emoción te domine espera un poco, lo hace por poco tiempo y normalmente regresamos rápido al ‘estado de referencia’. Esta idea se aplica en muchos estados de EEUU, donde las parejas tienen seis días de diferencia entre que se casan y reciben su certificado de matrimonio para pensarlo con calma.

 

  • Cuanta más consciencia tengas de que puedes encontrarte en un momento ‘emocional’, más fácil será poder pisar el freno de la decisión, al igual que el que acepta que tiene un problema con el alcohol tiene más posibilidades de curarse. El psicólogo George Lowenstein afirma que el mero hecho de localizar cuando estamos en un estado caliente (donde sentimos la necesidad de actuar por la emoción), es ya un indicador de que la estamos afrontando de un modo más racional.

 

  • Hacernos preguntas puede ayudarnos a saber en qué estado emocional nos encontramos. ¿Tuvimos una pelea? ¿Un problema en el trabajo?… analizar nuestro terreno y pasado reciente nos puede dar la clave.

 

  • Desmitificar los enfados soluciona muchos problemas. Si nos decimos a nosotros mismos que estamos enfadados en un atasco y que solamente es tráfico, nada más, calmará nuestros males y reducirá los sentimientos negativos.