Nuestro cerebro es como un jinete a lomos de un elefante. El jinete es nuestra parte racional, serena y comedida… esa que te dice, “me viene bien comenzar una dieta” o “mejor no le digo cuatro cositas al que tengo delante”. Sin embargo, nuestro querido jinete está sobre un elefante gigante que representa nuestra parte emocional e instintiva y que “se entrega a la causa” de la bandeja de postres o al momento “decirle las cuatro cosillas y alguna más al que tienes enfrente”. El jinete planifica, mira a largo plazo mientras que el elefante se mueve por el capricho y por el aquí y el ahora. Y si los dos entran en conflicto, como por ejemplo “todo el mundo pide postre y yo no…” o “se está pasando y me estoy cabreando”, adivina ¿quién va a ganar? Pues sí, el elefante, es más fuerte y más rápido. Necesitamos asumirlo para no frustrarnos en exceso y, sobre todo, para actuar. Así que la solución para sentirnos bien con nosotros mismos es sencilla: evitemos el conflicto entre nuestra parte racional y nuestra parte emocional, lo que solo conseguiremos si entrenamos los hábitos o “amaestrando” al elefante, como nos explica Mago More en su práctico libro “Superpoderes del éxito para gente normal”. Veamos dos claves para ello.

Para entrenar los hábitos el primer paso consiste en saber qué queremos. «En lugar de lo importante y lo urgente, necesitamos distinguir entre nuestras metas o sueños y el infinito», es decir, todo aquello que nos absorbe el tiempo y que nos distancia de nuestros objetivos. Si te das cuenta, cuando nos despertamos por las mañanas muchos tenemos la manía de sumergimos desde el minuto uno en el infinito: emails, redes sociales, el recuerdo de nuestros problemas… Nos entretenemos en comidas interminables, conversaciones muy agradables pero poco productivas. El elefante está contento pero nuestros objetivos se quedan completamente relegados. Por ello, lo primero es saber qué queremos y antes de adentrarnos en el infinito, dediquemos un tiempo a nosotros mismos. Por ejemplo, antes de comenzar a contestar los emails de la bandeja primero invirtamos un tiempo en aquello que realmente nos ayude a conseguir nuestros objetivos como ese proyecto, ese viaje o lo que tú decidas.

Una vez que hayas decidido qué quieres necesitas crear el hábito para lograrlo y una de las claves cruciales es la repetición. Cuando el jinete elucubra, es posible que el elefante le gane la delantera y se entregue al placer del corto plazo. La repetición es una manera de amaestrarle, lo que requiere de mucha fuerza de voluntad. Todos sabemos que nos conviene practicar diez minutos al día ese nuevo idioma que estamos aprendiendo, pero al principio puede ser tremendamente aburrido. Cualquier hábito tiene dos fases, como los edificios: la primera es de construcción, donde pones cimientos y el resto de la estructura; la segunda es la de mantenimiento, lo que permite que no se deteriore. Pues bien, cuando estamos creando un nuevo hábito en la fase de construcción debemos ser muy exigentes. No se puede fallar ni un solo día porque de lo contrario se puede echar todo a perder. Si quieres aprender un idioma nuevo y sabes que es bueno practicar diariamente, no valen las excusas. Si un día fallas porque no te apetece, hazte a la idea de que el elefante tomará el control y encontrarás mil y un argumentos para abandonar el objetivo. A todos nos pasa, por lo que esta fase aunque sea tediosa, es crucial. La fase de mantenimiento dura toda la vida, pero aquí se puede ser un poco más flexible. Si un día fallas, seguramente al siguiente podrás desear volver a hacerlo.

En definitiva, los hábitos hacen al monje, al médico, al estudiante… y a cualquiera de nosotros. Lo que hacemos es lo que nos define y recordemos algo, la excelencia no es un acto, sino un hábito y está en tus manos alcanzarla, como dice More en su libro.

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