«Soñé con abrir una tienda Zara enfrente de Harrods de Londres» dijo Amancio Ortega, el fundador del imperio Inditex a la revista Times en una de las poquísimas entrevistas que ha concedido. Y lo consiguió. Los sueños son poderosos. Nos dan libertad, nos permite crear otros escenarios de uno mismo, en definitiva, nos da alas al más puro estilo Red Bull. Y el sueño es el punto de partida de cualquier emprendedor, como comentamos ayer en la jornada que me invitaron a participar en Valencia el CEEI, Centros Europeos de Empresas Innovadoras (muy interesante, por cierto) y como he podido comprobar en otras ocasiones hablando con empresarios, como en el Forum de Millora Continua, promovido por Josep Gajo. El punto de arranque de los emprendedores es tener un sueño, después el tiempo y el esfuerzo te acercará a dicho sueño o, incluso, te ayudará a superarlo.

Sin embargo, en la escuela tradicional no se fomenta la capacidad de soñar. Los métodos clásicos están más basados en la obediencia, en ajustarse a unas reglas y en memorizar unos datos (todo ello importante, por supuesto), pero no a desarrollar la creativad, a cuestionar lo establecido y mucho menos a soñar con poner en juego el potencial que toda persona lleva dentro. No me extraña que cuando somos adultos nos cueste montar empresas o ser innovadores. Nuestro entorno educativo no ha sido el más adecuado… A pesar de ello (y para no caer en la excusa de la víctima que no lleva a nada), también decidimos. Podemos comenzar a soñar ahora y pensar en los proyectos que nos gustaría hacer o en lo que nos gustaría convertirnos.

Reivindico el derecho a soñar (o la obligación para nuestra salud mental) y luego trabajar, por supuesto, pero siempre desde la fuerza del sueño que uno ha creado para sí mismo, no el que le han impuesto, sea padre, pareja o sociedad, sino el que cada uno decide.

El futuro pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños.

Eleanor Roosevelt

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