¿Por qué las cebras no tienen úlcera? es el título del libro de Sapolsky, profesor de Stanford. Y la respuesta a la pregunta es muy sencilla: Porque no tienen estrés. Estos animales pasan auténtico terror cuando saben que están al alcance de un depredador. Entonces son presas de tremendas reacciones hormonales que les hacen salir corriendo (curiosamente, más rápido que otras cebras, no que el felino). Pero hasta que no intuyen al depredador, están tranquilamente pastando sin elucubrar qué harían si vieran una leona.
¡En eso somos diferentes! El miedo es posiblemente la emoción que más ha contribuido a nuestro proceso evolutivo. Pero también estamos pagando un alto precio. ¡Llevamos demasiados años viviendo en las cavernas y muy pocos en las ciudades! Se activa sin necesidad de que haya un riesgo inminente para nuestra integridad física, es suficiente con que creamos que no cumpliremos los objetivos de ventas o que no podremos pagar la hipoteca. En definitiva, cuando imaginamos situaciones futuras que nos angustian. Y somos grandes expertos en imaginar. Este ejercicio, que en algunos momentos puede ser bueno para planificar, en otros sólo sirve para activar el baile hormonal del miedo e introducirnos en el agotador camino del estrés. Y no lo olvidemos, el 10 por ciento de la población adulta mundial que sufre este problema, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). La cifra se eleva considerablemente en los países industrializados. Se calcula que en Estados Unidos el 43 por ciento de los profesionales sufren sus efectos y que un millón de trabajadores se ausentan diariamente del trabajo por este problema. Parece que será la enfermedad estrella del siglo xxi.

Libro recomendado: Sapolsky, R. (1994): ¿Por qué las cebras no tienen úlcera?, Alianza Editorial
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